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La brecha interminable

Articulo de opinión. José Luis Meri

 No hay vuelta atrás. La gran brecha de la que habla Stiglitz se amplía por momentos, habiéndose cruzado el punto de no retorno.

 El discurso oficial nunca estuvo más separado del real.  Mientras miles de altos funcionarios consolidan ingresos mensuales en torno a los 5 dígitos, una cada vez más nutrida legión de depauperados autónomos y pequeños empresarios no pueden atender sus deudas, explicitando el estrepitoso fracaso del proyecto neoliberal. Curiosamente los servidores públicos de alto rango, incluidos los políticos en las inmediaciones de las cúpulas partidistas, persisten en relatos de disuasión social.

 En efecto, hay una especie de connivencia entre quienes realmente mandan y las cúpulas de los partidos, que trata de ocultar la magnitud de la catástrofe económica que conlleva la actual pandemia.  Más lúcidos que los políticos extractivos, los financieros y sus lobbies anticipan el tiempo que se avecina, infestado de inteligencia artificial, poder distribuido en manos de los de siempre y Renta Básica como epítome del capitalismo comunista. Además, debiendo responder ante sus confundidos electores, gran parte de los políticos se mueven como pollos sin cabeza hacia una improbable salida. Cualquier cosa menos consultar a los ciudadanos, qué sabrán ellos. “Nos aproximaríamos a un régimen autoritario”, como si supieran lo que siente el pueblo.

 Hay varias alternativas para que la brecha no ensanche y  al menos las necesidades de los más vulnerables no sean moneda de cambio del tacticismo partidista. Distinguiremos tres esferas de actuación práctica. La teoría la dejo para los académicos, consumados malabaristas verbales a la hora de emitir juicios y diagnósticos pero inanes para hacer propuestas concretas.

 En el orden económico, las propuestas contenidas en la Economía del Bien Común promovida por Christian Felber, constituyen una vía factible y deseable. El dinero como medio, como Bien Común o Democrático, y no como fin. La comunidad debe pronunciarse sobre qué hacer para que el dinero cumpla esas función y sólo esa. Llevamos casi cinco siglos de capitalismo y tenemos tan anclado el viejo concepto, que no podemos cambiar todo de manera instantánea. Debemos dar pasos sin marcha atrás, en el diseño de un sistema que premie la aportación social y penalice la codicia, justo lo contrario que ahora.

El mercado debe ser regulado de modo que el bienestar social sea su premisa y no el beneficio desproporcionado. Como punto de encuentro entre la oferta y la demanda, el mercado siempre existirá, pero la Economía debe procurar, como predica su acepción griega original , el bien de los miembros de la sociedad y el mercado debe atender a esa finalidad. Para ello, la Economía del Bien Común propone una metodología muy concreta, una herramienta denominada Matriz del Bien Común, instrucciones de uso para las organizaciones. Los valores no sólo se declaran, se ponen en práctica y el más importante es el reconocimiento de la Dignidad Humana, bajo la cual se sitúa la axiología ético-política que recogen todas los manifiestos de Derechos Humanos y Sociales: Democracia, Justicia, Solidaridad y Sostenibilidad Ecológica.

 En el orden social, la clave de bóveda  es la Igualdad, que debe ser redefinida para eliminar los perfiles  negativos que los supremacistas han conseguido inocular al concepto. La Igualdad proviene de la Dignidad Humana y obtiene todo su significado de ésta. Todos somos iguales, porque nuestra Dignidad como personas no admite distinciones. Si no somos idénticos es porque somos libres y podemos elegir, al menos en teoría, y el sistema social debe propiciar que podamos ejercer nuestro libre albedrío, pudiendo elegir siempre entre diferentes opciones. Eso sólo es posible si para todos existen las mismas posibilidades de proyectarse en lo social. Como no se puede hacer tabula rasa, una manera efectiva de acercarse al equilibrio es la Renta Básica Universal e Incondicional, tal y como la presentan Van Parijs o Raventós. Dar una renta dineraria nos hace más iguales y además, suprime de golpe la pobreza.

Desde el punto de vista de la Sostenibilidad, las propuestas decrecentistas de Latouche y el eco-feminismo de la antropóloga Yayo Herrero, dirigidas a la acción contra el Cambio Climático y favorecedoras de una Economía de los Cuidados, con rostro femenino, acompañan a la Economía del Bien Común, satisfaciendo los parámetros sociales y medioambientales definidos en los ODS.

 En el orden político, una metodología idónea es la de la Red- Partido X, entre otras, con una arquitectura política que reposa en tres ejes fundamentales. La Federación de Competencias, de modo que cada individuo o grupo se ocupa de resolver problemas que conoce y sobre los que tiene un criterio trabajado y definido. El Poder Distribuido y descentralizado, tomándose las decisiones democráticamente, haciendo servir los mecanismos de tecnología social validados, como el consenso sistémico, eligiéndose la opción que encuentre menor resistencia en el grupo.

La Economía del Bien Común, que es una alternativa holística, sugiere la deliberación de todas estas cuestiones desde abajo, formándose asambleas territoriales de barrio, de ciudad, de región, estatales y supraestatales. En estas asambleas se tratarían temas específicos y comunes, en función de las inquietudes de la ciudadanía expresadas libremente. Llegados a este punto, muchos se preguntarán qué viabilidad tendría todo el entramado político-institucional vigente. La respuesta es clara: el statu quo formado por instituciones y partidos se vería alterado o mejor influido por estas actuaciones, en ningún momento se postula usurpar funciones de instituciones del antiguo régimen que, aunque apócrifas y extractivas, representan de algún modo a la ciudadanía.

Romper la ley de hierro oligárquica de estas instituciones y partidos tampoco es el objetivo. El cambio debe ser gradual e inexorable y  partir de la ciudadanía libre e informada, ya que la punta de la pirámide defenderá como gato panza arriba sus privilegios, por lo que el proceso ha de arrancar al ritmo que los miembros de cada asamblea impongan. Cuando haya masa crítica y sólo si no reaccionaran las rígidas estructuras partidistas , debería iniciarse un proceso político constituyente, algo poco familiar a la estrategia de la Economía del Bien Común y que otros actores deberían impulsar, atendiendo a la Federación de Competencias.

Por último, el tercer eje sobre el que reposa la metodología de transformación política es el catálogo de Bienes Democráticos, que han de ser accesibles a toda la población. Los recursos naturales, la energía, la educación, el transporte, la sanidad, las comunicaciones, el Dinero,  son Bienes Democráticos, intitulizables. No se trata de saber si son de titularidad pública o su gestión puede privatizarse, son Bienes Comunes, de todos y de nadie.    

 En el contexto de la iniciativa Plan A, estas propuestas deben combinarse con las aportaciones de los expertos en las áreas más específicas, como la Fiscalidad o la Educación. Mientras tanto, cualquier contribución inteligente y práctica que pare la brecha es bienvenida.

 José Luis Meri, mayo 2020